Este blog lo suelo reservar para lo que es: narrar sesiones de filosofía con niños a partir de álbumes ilustrados (y últimamente otro tipo de estímulo también). Sin embargo hoy he querido hacer una excepción. Oliver Sacks descubrió hace unas semanas que tiene cáncer terminal y nos regala en bandeja el sentido de la vida (con un poco de ayuda de su amigo David Hume).
Comparto la traducción al castellano del artículo de Oliver Sacks aparecido en the New York Times. Que lo disfruten.
[The New York Times. Oliver Sacks. 19 de febrero de 2015)].
Mi propia vida
Oliver Sacks tras
descubrir que tiene cáncer terminal
Hace un mes, me sentía bien de salud, fuerte incluso. A los 81 años, sigo nadando todos los días una milla. Pero se me ha acabado la suerte: hace unas semanas supe que tengo metástasis múltiple hepática. Hace nueve años me detectaron un tumor ocular poco habitual, un melanoma ocular. Aunque la radiación y el láser para eliminar el tumor acabaron dejándome ciego de ese ojo, son muy pocos los casos en los que este tipo de tumor desarrolla metástasis. Yo formo parte del desafortunado 2 por cierto.
Me siento agradecido por haber podido disfrutar de nueve años de buena salud y productividad desde el diagnóstico inicial, pero ahora me enfrento a la muerte. El cáncer ocupa un tercio de mi hígado y aunque su avance puede ralentizarse, este tipo concreto de cáncer no puede detenerse.
Me corresponde a mí decidir cómo vivir los meses que me quedan. Tengo que
vivir de la manera más rica, profunda y productiva que pueda. En esta
empresa, me reconfortan las palabras de uno de mis filósofos favoritos, David
Hume, quien, al descubrir que padecía una enfermedad mortal a la edad de los 65 años,
escribió una breve autobiografía en un solo día de abril de 1776. La tituló “Mi
propia vida”.
“Cuento con que el desenlace será rápido …. No he
sentido hasta ahora mucho dolor, y, lo que resulta más raro, a pesar de mi
enorme declive, nunca ha decaído mi ánimo. Poseo la misma pasión de siempre hacia
el estudio y el mismo regocijo hacia la compañía de mis amistades.”
Yo he tenido la suerte de sobrepasar los 80 años, y los
15 años que se me han concedido más allá de los 65 de Hume han estado repletos
en la misma medida de trabajo y de amor. En ese tiempo, he publicado cinco
libros y he completado una autobiografía (bastante más larga que las pocas
páginas de la de Hume) que se publicará esta primavera; tengo varios otros
libros casi acabados.
Hume continuaba: “Soy … un hombre de disposición afable, dueño de su temperamento, de una manera de ser abierta, sociable y alegre, con capacidad de cariño, poco susceptible de enemistad y de una gran moderación en todas sus pasiones”.
Aquí no coincido con Hume. Aunque he disfrutado de relaciones de amor y amistades y no tengo ninguna enemistad propiamente dicha, no puedo decir (ni lo diría ninguna persona que me conozca) que sea un hombre de pasiones moderadas. Al contrario, soy un hombre de pasión vehemente, con entusiasmos violentos y una inmoderación extrema en todas mis pasiones.
Aquí no coincido con Hume. Aunque he disfrutado de relaciones de amor y amistades y no tengo ninguna enemistad propiamente dicha, no puedo decir (ni lo diría ninguna persona que me conozca) que sea un hombre de pasiones moderadas. Al contrario, soy un hombre de pasión vehemente, con entusiasmos violentos y una inmoderación extrema en todas mis pasiones.
Y sin embargo, una de las frases del ensayo de Hume
me resulta especialmente cierta: “Es difícil”, escribió, “estar más
desprendido de la vida de lo que yo lo estoy al presente”.
En los últimos días, he podido ver mi vida como si
la observara desde una gran altitud, como una especie de paisaje, con una
sensación cada vez más profunda de la conexión de todas sus partes. Esto no
quiere decir que haya acabado con la vida.
Al contrario, me siento intensamente vivo y quiero y
espero que en el tiempo que me queda pueda fortalecer mis amistades, despedirme
de mis seres queridos, escribir más, viajar si tengo fuerzas, y alcanzar nuevos
niveles de comprensión y entendimiento.
Esto requerirá audacia, claridad y hablar claro;
tratando de aclarar mis cuentas con el mundo. Pero habrá tiempo también para la
diversión e incluso para las tonterías, también.
Siento una repentina claridad de enfoque y perspectiva.
No hay tiempo para nada que no sea esencial. Debo centrarme en mí mismo, en mi
trabajo y en mis amigos. Ya no veré “NewsHour” todas las noches. Ya no prestaré
atención a la política ni a las discusiones sobre el calentamiento global.
No se trata de indiferencia sino de desprendimiento: sigue importándome profundamente Oriente Medio, el calentamiento global, la creciente desigualdad, pero estas cuestiones ya no me conciernen a mí; pertenecen al futuro. Me llena de alegría conocer a jóvenes con talento, incluso al que me hizo la biopsia y diagnosticó mis metástasis. Siento que el futuro está en buenas manos.
No se trata de indiferencia sino de desprendimiento: sigue importándome profundamente Oriente Medio, el calentamiento global, la creciente desigualdad, pero estas cuestiones ya no me conciernen a mí; pertenecen al futuro. Me llena de alegría conocer a jóvenes con talento, incluso al que me hizo la biopsia y diagnosticó mis metástasis. Siento que el futuro está en buenas manos.
Desde hace unos 10 años, he sido cada vez más
consciente de las muertes de mis contemporáneos. Mi generación se marcha y
he sentido cada muerte como una abrupción, como si se me arrancara parte de mí.
No habrá nadie como nosotros cuando ya no estemos, pero lo cierto es que no hay
nadie que sea como nadie más, nunca. Cuando la gente muere, no se les puede
reemplazar. Dejan agujeros que no se pueden llenar, porque es el destino – el destino
genético y neuronal- de todo ser humano ser un individuo único, encontrar su
propio camino, vivir su propia vida, morir su propia muerte.
No puedo decir que no tenga miedo. Pero el
sentimiento que predomina es un sentimiento de gratitud. He amado y me han
amado; me han dado mucho y he dado algo a cambio; he leído, he viajado, he
pensado y he escrito. Me he relacionado con el mundo, la relación especial
entre escritores y lectores.
Por encima de todo, he sido un ser sintiente, un animal pensante, en este hermoso planeta, y eso en sí mismo ha sido un enorme privilegio y una aventura.
Oliver
Sacks, profesor de neurología en la New York University School of Medicine, es
autor de muchos libros, entre ellos Despertares y El hombre que confundió a su mujer con
un sombrero.
[Esto es una traducción del artículo aparecido en The New York Times el 19 de febrero de
2015. Traducción de Ellen Duthie.]
Impresionada. ¡¡Gracias!!
ResponderEliminarSi debiera vivir circunstancias similares, quiero mirarlas de frente con la valentía y la tranquilidad de estas dos personas: "encontrar mi propio camino, vivir mi propia vida, morir mi propia muerte"...
ResponderEliminarPara mi, ahora, el sentido de la vida es no andar dando vueltas buscandolo. Tan sólo se trata de dejarse llevar por ella.
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